Del bus y la libertad

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Iba en el bus, algo dormida, algo cansada, algo estresada y poco interesada en lo que ocurriera a mi alrededor, de igual forma noté que en el asiento de al lado iba una chiquita, talvez de unos 3 o 4 años. Era de esas chiquitas que tienen una increíble capacidad para hablar, para preguntar todo, para hacerle muecas a la gente de los asientos vecinos, pero especialmente para sonreír, característico de su edad. De pronto la chiquita se tiró un pedo, lo que me llamó la atención fue su reacción, tuvo muchísima vergüenza, se puso “roja” y empezó a reírse como en un intento de hacer menos pesada la atmósfera, pero… ¿realmente porqué le debía dar tanta vergüenza? Esto me hace pensar en la libertad como concepto, pero como yo percibo ese concepto.
Algo que me gusta mucho hacer es hablar con mis abuelos, antes (cuando aún se podía) lo hacía muy a menudo con mi bisabuelo, simplemente yo creo en eso de que los años pintan el mundo diferente.
Recuerdo la vez que dijo que la libertad era más que estar fuera o dentro de una celda, de una cárcel, y lo recuerdo porque son de ése tipo de cosas que no se olvidan nunca. Pues las ideas van madurando, yo tenía a lo sumo 9 años cuando lo oí… y ahora lo pienso diferente. Mi idea de libertad consiste en ser libre de tomar decisiones, de ser, de hacer y de pensar según lo que usted quiera, lo que considere apto, agradable o correcto, independientemente de lo que las personas a su alrededor piensen, digan y critiquen. Pongo el ejemplo de una señora, que una vez que asistí a un recital, porque no sé de que otra forma llamarle, ella bailaba y se movía según la música que se interpretara y lo hacía, con 70 personas presentes y lo hacía cerrando los ojos y con una sonrisa. No la conozco, pero en ése aspecto ella es libre, porque si le gusta la música y quiere expresarlo de esa manera, lo hace sin pensar en que las 70 cabezas debían estar cavilando lo desquiciada y loca que podía estar. Con eso también se me viene a la mente un personaje ficticio, para los que sepan algo de Harry Potter, Luna Lovegood, ella es libre, ella tiene sus ideas locas y confía plenamente en ellas, y las comparte sin ninguna vergüenza o sin pensar en lo que dirán. A mi me gusta aferrarme a mi idea de libertad, y realmente quisiera alcanzarla en algún momento de mi vida, porque en mi delirio cuando usted se libera de esas ataduras sociales que le dicen que no debe andar una tanga de vestido de baño en la cabeza porque es ridículo, usted llega a un punto en el que es capaz de muchísimas más cosas que la mayoría de los seres humanos, siendo a la vez feliz, algo así como mi nirvana. Por supuesto que eso no se logra de la noche a la mañana y si usted me dice que no le da vergüenza nada es completamente falso, así como si yo se lo digo también lo es, es algo así como decir que no le tiene miedo a nada, porque lastimosamente nacimos en un planeta Tierra en el cual en cada rincón crecemos con un puñado de reglas que están inmersas en nuestro quehacer cotidiano, que se asumen, que no se necesita decirlas y que cumplimos sólo por costumbre o por esa vergüenza que nos crean (o nos creamos). Obviamente mi gran idea de libertad tiene sus errores, supongo que usted ya los debe haber pensado. ¿Entonces si un violador cree que está correcto violar está bien porque está haciendo uso de su libertad? ¿O si un nazi cree que asesinar judíos está bien es libre porque lo hace? Obviamente a mi mente, como a la de todos, se le hace más difícil pensar en terrenos desconocidos. Yo personalmente nunca he tenido ninguna relación con un asesino (o al menos eso creo por el momento), ni tampoco he sido asesinada por un nazi, ni conozco a uno. Pero como en todo, creo en el equilibrio, entonces, el dominio de la función de mi idea de libertad contiene solamente lo que se encuentra en el medio de la línea ésa de vida, ésa que tiene extremos.

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